SABER NAVEGAR ✎ Z U
≋
Alguna vez creí saber navegar.
Creí que bastaba con sentir el viento en la cara
y con dejar que la esperanza
marcara el rumbo sin mirar atrás.
Creí que el mar siempre sería manso
y que el horizonte jamás se partiría en dos.
Partí creyendo que todo sería calma,
que las olas me abrazarían como un viejo amigo,
que ninguna tormenta tendría nombre,
ni filo.
Y entonces zarpé.
Sin mapas.
Sin brújula.
Sin advertencias del destino.
Me lancé porque algo dentro de mí ardía,
porque la ilusión parecía guía.
Me adentré a la aventura porque algo dentro de mí se movía sin explicación,
porque no había nada más real
que seguir aquello que incendió mi corazón.
Y te encontré en medio del océano.
Majestuoso, inmenso, impredecible.
Una luz que no sabía si era faro o relámpago temible,
Una huracán disfrazado de calma,
pero igual me alcanzó,
igual me hizo temblar,
igual me atrapó.
Creí que sabía navegar,
creí que podría sostener el timón con firmeza,
pero pronto descubrí que el mar que eras tú
no obedecía ninguna certeza.
Las olas comenzaron a golpearme con brutal honestidad,
dibujaron en mi piel la fragilidad
que tanto me negaba aceptar.
El viento gritó verdades que preferí callar,
hasta que llegó el día
en que ya no pude continuar.
Me derrumbé.
Me quedé sin fuerzas.
Quise regresar a la orilla más cercana,
quise rendirme,
quise quedarme varado,
como barco roto, cansado,
esperando oxidarse en silencio y con desgano.
Grité tu nombre, pero el mar no respondió.
Escuché consejos de otros navegantes,
cada uno con su mapa,
cada uno con su verdad lejana, distante,
y ninguno me sirvió.
Porque nadie estaba en mi barco,
nadie sentía esta marea desde adentro,
nadie escuchaba el mismo estruendo.
Y entonces entendí que no estaba perdido.
Solo estaba descubriendo un territorio
que nadie antes había recorrido.
Descubrí que no saber dónde estoy
no significa haber fracasado,
significa que estoy aprendiendo
a reconstruirme desde lo quebrado.
Creí que sabía navegar,
pero tuve que hundirme para volver a empezar,
tuve que romper el ego en mil pedazos
y dejar mis brazos en paz,
para comprender que no es cuestión de controlar,
sino de soltar.
Solté la idea de que debía dominar la marea,
solté la ilusión de que serías el puerto perfecto
que construí en mi cabeza.
Y en ese desprendimiento
hice las paces.
Acepté el caos del agua,
acepté la fuerza cruda de la corriente,
acepté que ese amor era tormenta valiente
que no podía domesticar,
y que tampoco era urgente.
Que si tenía que continuar solo, lo haría,
que este viaje era mío,
único, necesario,
aunque dolía.
Hoy entiendo que no vine a conquistar mares, si no, a
aprender a navegar.
A reconstruirme tabla por tabla,
a escuchar la voz interna que siempre callé,
a permitir que el océano me transforme.
Hice las paces con no saber dónde estoy,
con no tener control del destino,
con amar sin garantías,
con caminar mi propio camino.
Hice las paces contigo,
con lo que eres
y con lo que no.
Texto y fotografía : Zu.











Muy bueno.
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