S A T O R I •
Y me siento a la vera de un árbol. Y es un árbol como no he visto antes. Fijo la mirada en la estructura de sus hojas. En la perfección de su follaje. Me limito a contemplar desde la raíz hasta el punto en el que las aves posan. Mantengo la cabeza en reposo sobre el césped mientras consigo reponerme. Porque mientras se respira uno siempre puede reponerse. Y suave resulta el césped que acaricia mi espalda. El azul del cielo parece inalterable y cuando las nubes se encargan de tapizar por completo su resplandeciente tono, el cielo se repone y vuelve a su tonalidad inicial. Y lo contemplo sin prisa recostado sobre la grama, a la vera de un árbol. Un árbol excepcional. No pienso en nada. En nada en lo absoluto. Contemplo las aves flotar en vuelo lánguido. Sigo su trayectoria gravitatoria hasta la copa del árbol. Y cruje el pasto sobre mi nuca que acaricia la frondosa plancha verde. Siento hormigas en mi cuello. Una franja de hormigas cruzar por el contorno de mi cuello. Le he fallado en tantas ocasiones al entorno que resulta extraño que las hormigas transiten sobre mí. Organizadas e inadvertidas cosquillean mi piel. Es evidente que tienen clara su encomienda. Manipulan diminutas hojas del sitio en el que ahora reposo. Yo no soy como las hormigas, yo he perdido en innumerables ocasiones el rumbo, me he extraviado. Pero he de reponerme porque el azul del cielo me ha mostrado infinidad de veces que pese a la magnitud de la tormenta, siempre es posible restablecerse. Y veo el paisaje a mí alrededor. Todo es paz y calma. En todo sitio existe siempre un alrededor, un entorno. Un paisaje trazado a mano rodeado de luz. Me sumerjo en el silencio infinito. Descubro una inusitada perfección en todo lo que me rodea. El cielo, la hierba, las hormigas, las aves reposando en la cima del árbol. La luz crepuscular. Las franjas de luz en diagonal que se cuelan entre las hojas sobre las que las aves posan. Me encuentro inmóvil. Sitúo las manos bajo mi nuca y observo el azul del cielo. Es posible que nunca consiga entender quién ha creado tan maravilloso escenario. Quién ha creado esta paz. Quién ha creado el silencio. El mejor de los artistas. Un virtuoso acuarelista. Ocurre algo. Siempre está ocurriendo algo. Y observo fijamente un punto cualquiera. Mi visión se distorsiona y todo es conexo en interminables fractales. Si acaso estuviese localizado en otro punto, centímetros distantes del sitio actual, sería probable que la acuarela no fuese del todo perfecta. Pero lo es. Es lo más bello que he presenciado. El presente es el momento más hermoso que he visto. Hace un día perfecto para disfrutar el instante. Hace un tiempo extraordinario para estar aquí, ahora mismo. Suspiro y percibo que ahora gotea. Se cuelan finas gotas entre las hojas y las ramas. Descienden de un cielo profundamente gris. Caen y de pronto se ha ido el azul. No me aparto del sitio en el que reposa mi cuerpo. Permanezco absorto contemplando la perfección de los trazos. En este preciso momento, el único que existe. Y me supongo que las hormigas que ahora guarecen de la incipiente lluvia y que caminaron sobre mi cuerpo, en un sendero invisible sobre mi cuello, permanecen enfocadas en el presente. Se las arreglan bastante bien para permanecer en el irrepetible instante. Mucho dudo que se lamenten por lo ocurrido. Que se muestren inconformes por esto o aquello. Vaya que lo dudo. Pero desconozco si es así o de otra forma, como se suele decir. La naturaleza hace lo impensable. Me sobreviene una sensación de sosiego. Tengo el cabello mojado y estoy en calma. Resulta agradable estar así. Y el agua corre por mi frente y se desliza hasta mis hombros. Las gotas se perciben como hormigas transitando por veredas invisibles. Siento mi espalda empapada, mis brazos entrelazándose con la superficie. Las venas son ríos en la piel que habito. Y por el movimiento de las nubes asumo que el cielo volverá al azul que permite el acceso de luz. Y ahora me desvanezco, al ritmo de la lluvia me desvanezco. Las gotas circulan por la corteza del árbol y se desintegran sobre mi frente. La lluvia genera nuevos y formidables ecosistemas a mi costado. Y es majestuosa la silenciosa calma. Observo el tono marrón de la tierra. La formación del musgo y el fango. Me desintegro. Formo parte del fango. No soy más que un microorganismo ante la inmensidad del universo. Encuentro inconmensurable mi campo de visión. Aquí ha participado un verdadero artista. Un auténtico arquitecto. El mejor de los acuarelistas. Soy el único espectador de esta gran obra. No existe alma alguna a mí alrededor. Salvo la naturaleza, que cuenta con el alma más grande que existe. No hay algo que me atormente. Sencillamente no lo hay. Cambia de dirección el viento. Se abalanza con fuerza. Desde que llegamos a este mundo percibimos el soplo del viento. Un soplo que se extiende hasta el infinito. La perpetuidad del instante. Si acaso existe la verdad en algún sitio, debe ser en medio de la luz que atraviesa por las hojas, bajo las raíces. Esa debe ser la única verdad existente, la que habita en la naturaleza. La luz inasible. El cielo ahora remite. No queda duda que remite. Registro mi respiración tranquila y profunda. Inhalo y exhalo. Conservo por dentro alguna luz indescifrable. Porque todo es luz. Y me concentro en escuchar el trino de las aves. En su canto y la vacuidad que me rodea. El crujir de las hojas. Las gotas en extinción. Y es lento. Todo transcurre lento. Estoy tranquilo y alrededor todo es calmo. No somos lo que perciben. No somos lo que los ojos ven. Somos esa luz incapturable. Somos seres sinestésicos. La luz tórrida que brilla en torno a toda existencia e ilumina todas las cosas. Se detiene el influjo del tiempo. Atestiguo una luz naciente en cada uno de nosotros. Hay una luz sin forma en cada uno de nosotros. La luz se ha puesto en manifiesto claramente. Consigo beneficiarme de sus enseñanzas. Y comienzo a abandonar el revestimiento. Comienzo por soltar amarras. No radico del todo en este cuerpo. Me atraviesa por completo una luz invisible. Formo parte del todo y desapareceremos, claro que desapareceremos. Y ocurrirá en medio de esta luz que nos envuelve y nos cobija. Pronto nos extinguiremos, pero seremos por siempre recordados. Todas las heridas han cicatrizado. Y vuelvo adonde pertenezco. Más allá del lienzo. Ayer estaremos aquí. Mañana estuvimos aquí. Ahora y por siempre aquí.
Tremenda sensación que se logra percibir.
ResponderEliminar