L I E B R E S
De nuevo quimera. Otra vez vigilia.
No me libero, nunca me libero.
Y me asaltan antiguos pensamientos.
Contemplo a detalle la bóveda catalana.
Respira, parpadea: me habla.
La luz titila en el techo.
Hay un mensaje por descifrar.
Una amenaza que acecha en el umbral.
Me prometo poner en orden las ideas.
Crecen las sombras y carecen de significado,
un color albaricoque se filtra por los rincones.
Por el día son de arcilla,
en la noche cambian su forma.
Transmutan en lo inesperado.
Aunque resultan indistinguibles,
hay liebres por doquier en el espacio.
Se consideran dignas de habitar este sitio.
De saltar sobre mi espalda.
Porque sí, las liebres planean,
corren y saltan: conversan entre sí.
Hurgan estanterías cubiertas de polvo,
hay liebres por doquier en el espacio.
Se consideran dignas de habitar este sitio.
De saltar sobre mi espalda.
Porque sí, las liebres planean,
corren y saltan: conversan entre sí.
Hurgan estanterías cubiertas de polvo,
repletas de telarañas.
Carcomen volúmenes enteros de arte y poesía.
Salvo ellas, ya nadie consume poesía.
Y me habría gustado entenderlas,
imitar su compleja visión de la realidad,
esa imaginación desbordada
que raya en el delirio.
Y debo imprimir una colección de textos,
llenaré los entrepaños,
grafemas en peligro de extinción.
Porque es mejor que estén ahí, inertes,
para que sean devorados por las liebres.
Aquellas que se estimulan con su contenido,
que carcajean hasta el llanto en cada hoja.
No hay modo de distinguir su presencia,
terminan siempre refugiándose.
Pero resulta que están ahí,
escondidas, planificando.
Trazan mapas en la oscuridad,
dibujan rutas imposibles,
trayectos infinitos.
Mucho se ha escrito de su existencia,
que buscan perderse para no volver,
son por costumbre inadvertidas.
Lo cierto es que están presentes.
Lo cierto es que están presentes.
Están aquí desde siempre,
con su inocente disfraz surrealista,
lamiendo el sudor de mi frente,
exhibiendo grafomanía.
Ignoro el sonido que emiten las liebres,
pero se les escucha por doquier,
chillando, riendo: rezando.
En lo que respecta a mi parecer,
digo que son reales las liebres,
que se encuentran ultimando detalles,
estructurando el siguiente movimiento,
para engullir las letras del mundo.
digo que son reales las liebres,
que se encuentran ultimando detalles,
estructurando el siguiente movimiento,
para engullir las letras del mundo.
Porque devoran todo a su paso.
Las páginas donde se despliega la vida.
La tuya. La mía.
Los días que no hemos vivido.
Los textos del porvenir
¿Y qué hemos de hacer si las liebres consumen nuestra historia?
Nuestra altivez y arrogancia
la superioridad absoluta
la soberbia tan propia
que nos van dejando sin más.
Sin sentido de identidad.
Sin sentido de identidad.
Nosotros, insulsos mortales
erramos y nos extraviamos;
nos destruimos a sí mismos.
Las liebres reposan su obra
reflexionan, plantean: se cuestionan.
Dudan porque piensan.
Son seres hipnóticos,
criaturas imposibles de encasillar.
criaturas imposibles de encasillar.
Optaron por albergar en las letras
Multifacéticas e indescifrables,
habitantes de lo imperceptible,
es lo que las liebres son.
Se alimentan de lo que fuimos;
de la desdicha y la alegría,
la victoria y el descalabro.
Se fortalecen de lo que no llegaremos a ser.
Son quimeras de un Dios olvidado.
Con libros.
Así consiguieron ser libres las liebres,
dinamitando la sintaxis
Libres, liebres, libros.
Son siempre.
Son todo.
Y vuelven.
Las liebres siempre vuelven.
Son todo.
Y vuelven.
Las liebres siempre vuelven.
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