Intrusa en un paisaje post-apocalíptico en miniatura ✎ Msylder
ʭ
El día se encogía. Su próxima extinción era inminente y ya se divisaba en la línea del horizonte, ahí donde el sol se despedía con calma. Del ambiente festivo que podía respirarse por las calles en los días anteriores solo quedaban vestigios: mechitas, palomas explosivas y cohetes silbadores reducidos a polvo y esquirlas de papel. Montículos de pólvora quemada esparcidos, y cerca de ahí, muñecos de plástico reventados, cuyas sonrisas inanimadas permanecían intactas. Locales mercantiles con las cortinas metálicas abajo, y en algunos umbrales, focos titilando a punto de fundirse. Piñatas de animales y alebrijes, mutiladas y saqueadas; envolturas brillantes de golosinas regadas, así como uno que otro dulcecito solitario, menospreciado y olvidado allí: entre el pasto de alguna jardinera, debajo de la llanta de un auto estacionado o cerca de alguna alcantarilla. El viento, que circulaba perezoso en suaves espirales, levantando confetis y serpentinas multicolores a su paso —era casi, casi visible—. Tanto, que la anciana —asomada en su ventana con los ojos vidriosos— percibía su indiferencia. Y aún, dentro de su mente, unas manos invisibles se extendían sin fin entre una espesa negrura, queriendo tantear recuerdos que ya ni siquiera estaban ahí.
Comentarios
Publicar un comentario