| D O S |
Transito por
un túnel en sentido contrario. Así, con la obscuridad en los costados, es como
he aprendido a ver la luz de frente. Una libélula comienza a brillar. Camino
guiado por su luminiscencia secular. La magia de tu frecuencia es
inconmensurable; no existe inicio ni final: es infinita, como el mar que
aguarda a tu llegada desde la creación del universo. No perteneces al vacío de
las pretensiones contemporáneas; ¡saltaste!, diste el paso cuántico. Pegado al
piso contemplo tus impredecibles movimientos. Siempre hemos jugado a levitar.
Nos
enseñaste tanto que en ocasiones parece más sencillo pretender que nunca te
escuchamos: tus frecuencias de comunicación rompen la velocidad de propagación
del sonido. Situaste pensamientos algorítmicos en desatendidos
sitios neuronales. No hay nadie en las calles que pueda cuestionar la perpetua
luz que tu presencia otorga: iluminas el presente del que te rodea. Ser únicamente
átomos y moléculas, perfectamente, es limitarse en la descripción de tu
existencia, eres un enviado del macrocosmos.
Respiro y con esfuerzo logro sostener mi
peso sobre el campo gravitatorio. Tuviste la determinación de mostrarme el
potencial transferido como una de tus hazañas sobre esta tierra; tierra de nadie, tierra de todos.*
Desde cualquier punto de lo imperceptible, agradeceré la plenitud de coincidir
en este alienante campo visual y compartir la extensa gama de tus enseñanzas.
Si tuviese la mitad de tu cosmovisión, extendería
una petición para que retornen por un instante los que partieron antes de
despedirlos; amigos y consanguíneos. Maestro de la respiración. Me enseñaste a
flotar a través de la armonía y situaste en sincronía los sonidos de mi
frecuencia vibratoria.
Tus
habilidades en cartomancia cimentaron la construcción de la realidad que nunca has
dejado de ejecutar. Tirábamos las cartas para cambiarlas de color. Beber café y
desaparecer objetos se convirtió en el desahogo rutinario. Desde entonces, las
paranoicas monedas, no han dejado de girar.
Las cuerdas en «Ania» me enseñaron a respirar bajo el agua. Tiempo después, cuando sentí que me ahogaba, arrojaste la caña de pescar, me rescataste, e hicimos «Sé». Si se pretende contener la hrespiración en las profundidades, DOS mejor que uno.
Recorrí el continente para encontrar el
faro que dibujaste en nuestra imaginación. Allá, en la orilla sin luz, conté hasta doce para distinguir mis huellas sobre los granos de arena. Dos aves acompañaron el trayecto: siempre he
creído que eras una de ellas.
¿DOS por DOS?: cuatro. ¿Cuatro por dos?:
ocho. ¿Ocho por dos?: dieciséis ¡Espera! ¿Por qué multiplicar y no sumar? Da
igual, el efecto es el mismo. ¿Cuatro más ocho?: doce, ¿Como los segundos sin luz?: ¡Sí! ¿Más los dieciséis que
traíamos?: Veintiocho. Cuando
grabamos «veintiocho», supe que habías abordado aquella aeronave
con destino a la eternidad y, para alcanzarte, si acaso existe la
probabilidad, se requiere un esfuerzo sobrenatural. Nos visitaron los sapos y
Xochipilli, quien, en un acto de fe, prometió protegernos con ayuda de su oyohualli. Desde entones escribo y
público tus ondas mecánicas. Le platico historias fantásticas a todas las
variantes de mi yo, e intento agradecerte, de alguna u otra forma, lo importante que eres para la matriz
energética.
Se asoman los treinta, y con ellos, una
respiración por cada vuelta a la resplandeciente estrella. Anapanasati, Vipassana,
Pranayama; visión extra ocular. Meditación autoalusiva para observarnos desde la punta piramidal. Supersimetría y teoría de cuerdas; soy aquí, y soy allá. El cuerpo se
desprende de la superficie, estamos en todas partes, viajamos por el
multiverso.
Todos
los lados de los dos dados son cuadrados. Aturdidos y asustados, amarrados o
ajustados, dos ávidos inadaptados elevados en los prados del azar.
Espectro electromagnético, rayo de luz, la rueda kármica está a tu favor. Andrómeda puede esperar: las olas del mar y las nereidas, no.
Buen
viaje.
¡Hasta luego Gran Maestro!, te veremos pronto con mas melanina y vibrando mas alto!
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