CICUTA VIROSA III✏ DIEGO ATL
• • •
Fue a causa de una humana elección, destruirnos y después buscar un nuevo hogar
Extraña costumbre la del humano.
Dejamos las certezas para después y nos embarcamos en una travesía cuyo tránsito nos dejaría estupefactos tras varias estrellas.
Llegamos más de los que somos ahora; ahora somos mi sombra, yo y un felino.
Los días son muy largos. El día es corto y la noche parece que se extiende.
En el invernadero: jitomate, mandarina, dos geisha rebosantes con que me prepararé café, cúrcuma y Tezcatlipoca, un gato plateado que traje de contrabando. Me mira fijamente y entrecierra sus ojos grises antes de exigir alimento.
Vivo en relativo silencio interrumpido por la calefacción. Tezcatlipoca corre mudo por paredes casi ingrávido, ese gato alegra hasta el Inframundo.
Hay movimientos tectónicos periódicos y sutiles.
De mis inoportunos pensamientos ya no me sorprendo. Recuerdos que a estás alturas dudo de su veracidad pero con frecuencia me toman, regreso, creo, aquí o es que debería de estar allá, en la deriva continental.
Comienzo a ver cosas que no están ahí.
Quizá nunca tuve ese perro, negro, enorme, amigable al que nombramos con el nombre de Negus.
Quizá soy la memoria olvidada que se difumina de un desertor que se negó a ir a la guerra.
La tierra ya habla y con la cúrcuma pronto podré preparar un café turco.
Miro el reloj, percibo el aroma, los frutos están maduros. Mañana cosecharé.
Esta estación tiene el único objetivo de preparar el terreno para las siguientes misiones, descifrar este planeta, entender sus mareas, su geología, las cuales conviven con una biología que sigue siendo un misterio; los paisajes se mueven a voluntad y los océanos cambian de temperatura bruscamente.
Este planeta lleva a todos a una tersa y casi imperceptible locura. Mis colegas creyeron que podían volar, que podían vivir bajo el agua, otros se creyeron lirios en los pantanos hasta quedar dormir, pero pese a ello, habrá que mudarse pronto aquí, porque el planeta de dónde vengo nos está expulsando y este, aún sin nombre, parece hacernos una invitación a hospedarnos al final de este río, en el estero, dónde hay un claro, donde la tierra parece más fértil, ahí, quizá, sembremos cempasúchil frente al mar.
¿Seré inmune o seré el más chiflado?
Sé que es un sueño, despierto en él. En la mesita junto a la cama, bajo papelitos de pendientes escudriño. Los análisis de suelos y el comportamiento de los líquidos. Veo datos que me aclaran muchas cosas pero pronto se contradicen con otras pruebas.
Me pregunto si tendrá alguna utilidad seguir registrando este tránsito a la locura.
Busco y no encuentro tu dirección, pero sí tú foto con dos líneas a medio borrar.
Suspiro con más frecuencia de la usual, la terapia con la IA se lo atribuye a esporas, pero aún no identifica el hongo. La nostalgia me invade.
Sigo con más preguntas.
Aún es hora de dormir pero arrojo del sueño a este cuerpo de la cápsula de hibernación en la que apenas tomo cortas siestas en el transcurso de estos atípicos horarios para mi ciclo circadiano.
Antes de que los soles peguen en el rostro necio e incrédulo. No quiero despertar. Me agito. Sacudo los brazos. Bebo agua reciclada y me adentro a su espesa vegetación fascinante y como de sus frutos misteriosos.
De la belleza de la incertidumbre quizá nos enamoramos.
Me echo a caminar al lado oscuro del planeta.
/Escudriño en mis bolsillos. Si estuviera en la tierra. En esta misma fecha hace 7 años, dos boletos para el teatro, se presentaría la obra “Los Forjadores del Imperio,” de Boris Vian, en el teatro de la ciudad . Leí esa obra de teatro en la universidad y permanece en la memoria.
Aquellas partituras de notas con tinta ecuestre, galopan cambiando de habitación siempre a una más pequeña, cada vez.
Los resultados del laboratorio son contradictorios, abrá que repetirlos.
Tengo el transporte de mis manos creadoras y la administra un lunático, quiere huir pero de tanto escapar se cansa y una cueva iluminada tiene por refugio donde guarda árboles de altamar y sueños desnudos.
Un juego y las cartas. Advierto y aviento los dados, las tres monedas y de un retoño nace un hexagrama, me dice traza y trazo, un paisaje abstracto y terminado.
Empiezo las pruebas de laboratorio pendientes, pero los resultados siguen siendo inexactos y poco concluyentes.
Me alegra mi primer oficio, que bueno que estudié artes, eso me mantiene con vida.
Debo continuar con los cálculos.
Las máquinas han sido contaminadas con un material biológico se ha metido a los circuitos, a sus engranes y al parecer conviven, incluso, mejorándolos y mostrando una adaptación al medio superior a la mía.
Hay dos bóvedas en el laboratorio, se cuela una luz perenne, ambarina, casi se puede tocar. Dura el día el polvo suspendido en los rayos de luz que se cuelan y atraviesa la materia y quitan el aliento.
Perdí contacto con la nave madre.
El pequeño vivero con un par de plantas, me recuerdan que sigo vivo. Hay cosas que tienen que ser regadas.
Afuera los pastos bailan eternos y azulados.
En mi pequeño jardín acosté una hoja y espero nazcan las orejas de elefante tanto esperadas.
Antes de que muera la agricultura de los sentidos tendré que cosechar a ciegas guiado por el olfato y los aromas a cera de abeja y flores amarillas.
X
Y a la lluvia escribo muerdo
Muero cuando ya sé
Es otoño, animal
Beduino bonobo y solitario.
En el ruido corro
Cuándo es mi turno
Renuevo la noche, la lluvia
Busco un poco de miel
Y bailo y bailo en el borde
La risa se la llevó un asteroide
Los simulacros de los placebos de dios.
Traigo tatuada está tierra que habla con los muertos, yo soy uno de ellos.
Hay una voz en el planeta que susurra “¿Cuál es la prisa?”
Y ahí estaba el mar, tan cerca y tan lejos.
Por eso me despido
Del paisaje
Me doy por enterado que el tiempo existe.
A este sitio no regresa Lázaro.
¿Cuál es la naturaleza humana?
Hoy ya somos nada, ni aroma, ni sombra, por tanto no podemos evaporarnos.
Desaparecer es un acto de amor que permite a la memoria del otro crear jardines. Hacer que llueva o que el viento arranque el pecho de Lázaro feliz henchido de amor.
Dejar de ser.
Dejar ser.
Sin dejar de ser ahí.
Humano existiendo.
He aquí mi canción.
Comentarios
Publicar un comentario